LIBERTAD
—¿Qué vas a hacer cuando vuelvas a la
esclavitud? —le preguntó el peregrino loco al
compañero que iba a su
lado.
—¿Esclavitud? —exclamó éste sin entender—. No
sé qué es lo que quieres decir con
eso.
—Sí —insistió el peregrino loco—. ¿Qué vas a
hacer cuando vuelvas a la vida
cotidiana?
—¿Y a eso le llamas tú esclavitud?
—le preguntó el otro con una sonrisa—. Yo más
bien le llamaría libertad.
—¿Estás seguro?
—¡Sí!
El peregrino loco guardó silencio por unos
instantes, al cabo de los cuales le dijo a su
acompañante:
—Al igual que aquí, vas a tener que seguir
levantándote temprano todos los días para ir al
trabajo, ¿no?
—Sí, claro.
—Y por lo que me dijiste, en tu trabajo no ves
horizontes ni montañas,
¿verdad?
—Sí... bueno...
—Y te vas a encontrar de nuevo con el pago
mensual del piso, del que todavía tienes que
pagar letras durante diez años más, ¿no es
eso?
—Sí, claro, pero...
—Y con el pago del automóvil, y la luz, el
teléfono, la basura, el gas, los plazos de los
electrodomésticos...
—Sí, sí, sí, es cierto —le interrumpió el otro
aceptando resignadamente lo que le decía—. Todo
eso me va a tocar hacer de nuevo cuando
vuelva.
Y el peregrino loco, levantando una ceja y
exhibiendo la más sarcástica de sus sonrisas,
preguntó:
—¿Y a eso le llamas tú
«libertad»?
«Sentido común» no necesariamente significa
«cordura». A veces, el sentir común de una
sociedad en su conjunto, sus visiones de la
realidad y sus costumbres, pueden estar
seriamente dañadas en cuanto a su
cordura.
De vez en cuando, conviene escuchar a los
«locos».
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